Momento de reflexionar. Momento de conclusiones tras finalizar un nuevo curso.
Enseñar significa “”EMOCIONAR””
Parece difícil despertar el entusiasmo en las aulas. No me cansaré de insistir: solo se puede aprender aquello que se ama, la clave de ello es la “”emoción””, la “”curiosidad””, el “”entusiasmo””.
El maestro es el alma de lo que puede ser la sociedad del mañana y que se puede considerar como un mago con varita mágica capaz de transformar los cerebros de los niños, los adolescentes y en estos últimos años, de muchos adultos incorporados de nuevo al sistema educativo.
Un maestro transforma la física, la química, la anatomía, la fisiología del ser. Transforma su cerebro para el bien y el mal y si no lo sabe, si no es responsable y no está formado para ello, simplemente no puede “”emocionar””.
Todos lo sabemos, ¿verdad?.... “”la emoción se transmite”” si no emocionamos no transmitimos ningún mensaje, ningún conocimiento, ninguna curiosidad; en pocas palabras, no somos capaces de transformar el cerebro de ese niño, de ese adolescente, de ese adulto.
Ya va siendo hora de terminar con los estereotipos arcaicos y obsoletos de aquella enseñanza del siglo XX, la enseñanza de un maestro hacia sus alumnos mediante clases magistrales; ellos “”no emocionan””, “”no despiertan curiosidad””, solo consiguen adormecer a cerebros vírgenes en conocimientos y que están anhelando que alguien les inunde de contenidos, para que su cerebro elabore las conexiones necesarias para dar significado racional a las materias y contenidos que día a día se imparten en las aulas.
Me mantengo fiel a las enseñanzas y experiencias vividas, pero al mismo tiempo innovando, evolucionando, intentando encontrar esa fórmula mágica para mejorar aquellos aspectos que “”no emocionan””, que “”no despiertan curiosidad”” a mis alumnos.
El buen maestro no es el que más sabe, no es el que más títulos universitarios tiene, no es aquel que lleva toda una vida incrustado en un sistema de enseñanza que no evoluciona de forma acorde a la evolución de la sociedad actual, a las necesidades de los alumnos, a sus inquietudes y a las tendencias sociales, laborales y profesionales.
El buen maestro es aquel que “”emociona””, el que “”sabe transmitir”” a sus alumnos, aquel que sabe llegar a ellos con palabras simples pero con conocimientos sólidos en su materia, en sus áreas, en sus especialidades.
El buen maestro es el que sabe transmitir, el que consigue entrar en los cerebros de los alumnos de una forma directa y precisa a sus inquietudes, a sus expectativas, a despertar en ellos la curiosidad de las cosas, del porqué.
Recordad que los alumnos buscan en muchas ocasiones un espejo en el cual reflejarse; ese es el maestro; el que convive a lo largo del día una gran cantidad de horas y es capaz de detectar las necesidades, aptitudes, habilidades sociales y profesionales e incluso, aquellas posibles carencias en cada uno de sus alumnos para poder potenciarlas, o bien, enseñarles a buscar alternativas para lograr sus objetivos.
Hay que abrir a los alumnos las puertas de la curiosidad. Hay que empezar las clases despertándolos, deben mirarte a los ojos, deben de abrir sus oídos; se trata de conseguir un gran “Ohhhhhh” por parte de ellos o simplemente su atención.
Como profesionales debemos saber atender a todas sus necesidades, educativas, sociales, familiares y personales. Si logramos todo esto crearemos un vínculo, un vínculo alumno-profesor que va más allá, incluso te dará la confianza a sus problemáticas personales y compartirá contigo sus preocupaciones, te pedirá consejos…. entonces significa que como profesional de la enseñanza “”emocionas”” y “”transmites””.
Tenemos que saber detectar y aprovechar los momentos álgidos de su atención, donde su cerebro se encuentra en el punto más receptivo.
Si sabemos optimizar todos nuestros recursos también sabremos optimizar todos aquellos contenidos a transmitir, para formar adecuadamente al alumnado, para lograr que su nivel académico sea brillante o simplemente un nivel acorde a sus posibilidades, a sus capacidades, a sus aptitudes, con el fin de ayudarle a encontrar aquellas herramientas necesarias para llegar a sus objetivos educativos, a sus expectativas de futuro.
Debemos escuchar, observar y analizar, para poder actuar pero siempre bajo tres vertientes, la rigidez, la justicia y la empatía, sobre todo “”empatía””. Debemos saber ser flexibles y tolerantes cuando pertoca y rígidos cuando la ocasión lo merezca. Debemos de respetarles, así ellos nos respetarán. Debemos saber tratar al grupo clase colectivamente pero también de forma individual, personalizada, según el perfil de cada alumno, según sus necesidades, según sus inquietudes, según sus aptitudes.
Somos y debemos ser ejemplo en ellos, debemos pedir, debemos exigir, debemos evaluar, pero antes debemos de dar; dar aquellas herramientas y recursos para tal fin. Debemos de ser los más responsables, somos sus lazarillos para guiarles hacia su éxito personal, educativo y profesional.
Complicado es, pero no imposible; cuando consigues mantener despierta su atención, cuando consigues la complicidad entre alumno-profesor, cuando consigues su motivación, cuando consigues recuperar aquellos que se habían desprendido del sistema educativo, cuando consigues la participación, cuando consigues que realmente se involucren en las materias, en las asignaturas alguna cosa está sucediendo………….. “”emocionas””, “”transmites””, “”apasionas””…. es decir, sabes enseñar, sabes formar cerebros, sabes transmitir.
Si consigues su confianza personal, tal vez, solo tal vez, hayas ganado su admiración, su respeto y si esto sucede puedes estar seguro que su rendimiento escolar, educativo y lo que es más importante, su evolución como personas, será porque realmente “”emocionas”” la clave de la formación, absolutamente necesaria para que nuestros jóvenes puedan iniciar con éxito un rudo camino en el mundo laboral.
Yo no sé si “”emociono””, no sé si “”transmito””, no sé si “”apasiono””…… lo único que sé, que día a día hago el esfuerzo necesario para llegar a encontrar todos estos objetivos.
También puede ser que esté equivocado en mis pensamientos y que después de ya 27 años en el mundo de la enseñanza también esté equivocado, pero soy consciente de cada año, al finalizar el curso, me hago una auto-evaluación…… de ella obtengo respuestas, intento detectar mis carencias, analizar el porqué, el cómo y llego a una gran conclusión: Todavía me falta aprender mucho más, entender más a las personas, a mis alumnos, sus necesidades, sus habilidades, sus aptitudes y así tal vez, solo tal vez, algún día podré “”EMOCIONAR””
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